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En un campo siempre difícil por sus dimensiones y su superficie, el Abadiño afrontó un partido tan duro como exigente, pero dejó una imagen sólida pese a que el resultado no acompañó. Desde el pitido inicial el equipo salió muy bien, con personalidad y ritmo, imponiendo su propuesta en un escenario donde pocos logran sentirse cómodos.
Aunque el primer periodo fue igualado en cuanto a posesión y duelos, las mejores ocasiones llevaron sello abadiñarra. El equipo robó con facilidad en campo rival, enlazó buenas transiciones y obligó al Munguia a replegarse en varias fases. Sin embargo, faltó precisión en los últimos metros para abrir el marcador antes del descanso.
La segunda parte se desarrolló en la misma línea. El Abadiño volvió a mostrarse firme, intenso y ordenado, presionando arriba y recuperando muy cerca del área rival. Las oportunidades siguieron llegando, claras y repetidas, como para decantar el partido a su favor. Pero el fútbol a veces castiga sin explicación: el Munguia, en su única aproximación con verdadero peligro, encontró el gol que acabaría decidiendo el choque.
El desenlace dejó un sabor amargo. El resultado fue injusto por ocasiones, juego y sensación de dominio, pero las sensaciones del equipo fueron muy buenas en un campo tan complicado. Toca quedarse con lo positivo y convertir esa solidez en puntos la próxima semana frente al Atxulaur.